Pippi prepara una excursión

-Hoy no tenemos que ir al colegio - dijo Tommy a Pippi -. Lo han cerrado para limpiarlo.  -¡Vaya! Injusticia tras injusticia. Yo necesito un día libre urgentemente. ¡Fijaos como está el suelo de la cocina! Me quedo y lo limpiaré aunque no sea mi día libre.
Pippi calentó agua en una cacerola y la derramó por el suelo de la cocina. Luego se quitó sus grandes zapatos y se ató dos cepillos a los pies desnudos y empezó a patinar
-¡Yo podría ser la reina del patín! - dijo levantando su pie izquierdo. ¡Gracia y agilidad no me faltan! - añadió saltando por encima de una silla. - Bueno me parece que esto ya está limpio. -El suelo está chorreando. ¿Por qué no lo secas? - le preguntó Annika. -Ya se secará solo. No creo que se constipe. 
Tommy y Annika cruzaron la cocina con el mayor cuidado para no mojarse los pies.  -¡Tengo una idea! - dijo Pippi. ¿Y si cogiéramos al Señor Nelson y nos fuésemos de excursión? -¡Magnífico! - exclamaron Tommy y Annika. -Pues id a avisar a vuestra madre mientras yo preparo la comida.
A Tommy y Annika el plan les pareció de perlas. Corrieron a su casa y enseguida estuvieron de vuelta. El señor Nelson con su bastón en la mano y los niños, anduvieron por un sendero. Anda que andarás, se toparon con una valla en la que se extendía un precioso paraje. Junto a la valla, cortándoles el paso, había una vaca que no parecía tener intención de moverse. Annika y Tommy intentaron espantarla pero la vaca no hizo ningún movimiento. Pippi se acercó a ella, la levantó y la apartó. La pobre vaca se fue avergonzada, caminando entre los árboles. -Las vacas son testarudas como los cerdos - dijo Pippi, al mismo tiempo que saltaba la valla con los pies juntos -. ¿Y cual es el resultado? Que los cerdos son testarudos como las vacas. Solo de pensarlo dan ganas de llorar. -¡Qué campo tan precioso! - exclamó Annika entusiasmada mientras saltaba. -Voy a hacer dos bastones, uno para Annika y otro para mi - dijo Tommy con su cortaplumas y un par de ramas. -Podríamos coger setas - añadió Pippi, mientras cogía una de un color rojizo -. No sé si estas se podrán comer - dijo. Solo sé que no se pueden beber, por tanto, habrá que comérselas. No hay más soluciones.
Se comió un buen trozo.  -¡Es buena! - exclamó alegremente -. Deberíamos guisarlas alguna vez - añadió Pippi con exaltación, mientras tiraba un trozo por encima de los árboles. -¿Qué llevas en la cesta, Pippi? - preguntó Annika. - ¿Algo bueno? -No te lo daría por todo el té de China - contestó Pippi-. Primero buscaremos un sitio donde poner las cosas.
Annika descubrió una piedra plana y espaciosa, que le pareció bien. Pero estaba infestada de hormigas rojas.  -No quiero sentarme con ellas - dijo Pippi - porque no las conozco.  -Además, muerden - agregó Tommy. -Pues si te muerden - dijo Pippi - muerdélas tú.
Tommy divisó un espacio entre dos avellanos y juzgó que era el mejor sitio para sentarse. -Allí no hay bastante sol para que me salgan pecas - dijo Pippi - y a mí me gusta tener pecas.
Un poco más lejos había un pequeño risco por el que se podía trepar fácilmente. En la parte superior del peñasco había un saliente soleado que parecía un balcón. Allí se sentaron los tres. -Y ahora cerrad los ojos mientras yo saco las cosas - dijo Pippi.
Annika y Tommy cerraron los ojos y oyeron abrir la cesta y crujir papeles.  -Uno, dos, diecinueve… ¡Ya podéis mirar! - exclamó Pippi.
Así lo hicieron, y su alegría no tuvo límites al ver las cosas que Pippi había colocado sobre la roca desnuda. Vieron suculentos bocadillos de carne y jamón, pastelillos, salchichas, tres budines de piña.  -¡Cómo me gustan los días de recreo! - exclamó Tommy-. Todos los días deberían ser así.  -Pues a mi no me gustaría - dijo Pippi-. ¿Sabes por qué? Porque no me hace ninguna gracia limpiar la casa. Es divertido limpiar, pero no todos los días.
Al fín, los tres quedaron tan repletos que casi no podían moverse, y estuvieron sentados bajo el sol.  -No sé si será difícil volar - dijo Pippi mirando hacía el más allá. Podríamos aprender a volar hacía abajo, volar hacía arriba debe ser muy difícil y lo natural es empezar por lo más fácil. -¡No Pippi!- Dijo Tommy
Pero Pippi ya estaba en el canto del precipicio. -Vuela mariposa! -gritó Pippi y se tiró por el precipicio para volar.
Entonces se oyó ¡PUM! y se vio el cuerpo de Pippi en el suelo. Annika y Tommy se preocuparon mientras la miraban. -Se me ha olvidado mover los brazos y llevo muchos pastelillos para poder volar - dijo tranquilamente Pippi.
Entonces se dieron cuenta de que faltaba el Señor Nelson que se había ido con el salto de Pippi. Pippi se enfadó mucho y tiró una zapatilla a un charco de agua muy grande y muy enfadada dijo: -¡No se puede llevar a los monos de excursión, lo tendría que haber dejado con el caballo!
Entonces Pippi se metió en el charco que era muy profundo, le llegaba hasta la cintura, para buscar el zapato. -Es bueno mojarse la cabeza así no hace falta ir a la peluquería para lavarse el pelo - dijo Pippi feliz.
Entonces salió del charco con el zapato, se lo puso y los tres se fueron a buscar al Señor Nelson. -Oid el ruido que hago al andar - dijo Pippi sonriendo -. Mi traje hace <<plaf, plaf>>, y mis zapatos, <<plif, plif>>. ¡Es gracioso! ¿Por qué no lo pruebas? - preguntó a Annika.
Entonces siguieron su camino y Pippi dijo: -Estoy enfadada con el señor Nelson, siempre está igual. 
A lo que Tommy añadió: -¿Tomamos cada uno una dirección para encontrar al señor Nelson? -No - pronunció Annika con rotundidad. -¿Tú no eres una cobarde, verdad? - dijo Tommy con sarcasmo. 
Naturalmente, Annika no quiso confesar lo que era, y los tres se separaron, tomando caminos diferentes.
Tommy se fue por un prado, donde no vió al señor Nelson, pero si se encontró con un feroz toro, que además odia a los niños. Éste, con un bramido, empezó a correr hacia él. Tommy pegó un gran grito, que oyeron Pippi y Annika. Cuando ellos llegaron, el toro había cogido a Tommy.
¡Qué toro tan bruto! - exclamó Pippi.- Le está ensuciando la ropa tan limpia que lleva. ¡Acércate! - le dijo al toro, mientras le estiraba la cola. 
¿Sabes que no está de moda llevar cuernos? - le preguntó Pippi al toro, mientras se los quitaba. 
Entonces el toro, atacó a Pippi con la intención de darle una cornada, pero a Pippi le hizo mucha gracia.  -No me des más golpes que tengo muchas cosquillas, jajajaja ¡basta por favor! - le suplicó Pippi entre sonrisas. El toro no frenó y Pippi optó por subirse a su espalda.
El toro empezó a saltar y correr para que Pippi se cayera, pero no lo consiguió. -Mirad que bien bailo con el toro - le dijo Pippi a sus amigos. -¿Te vas a dormir? - preguntó Pippi al toro al ver como se echaba en el suelo a descansar. - Si es así, no quiero molestar. - se contestó a sí misma Pippi mientras se volvía con sus amigos.  -Me duele mucho - decía Tommy mientras Annika le curaba el brazo. -¡Hola Pippi! ¿Ya has vuelto? - dijo Annika. -No grites, vas a despertar al toro - respondió Pippi refunfuñando.
Annika se calló enseguida, pero Pippi se puso a gritar. -¡Señor Nelson! ¡Señor Nelson! Baja del árbol - exclamó Pippi al verlo durmiendo en la copa del árbol.
Cuando se despertó el Señor Nelson y vio a Pippi corrió hacia ella y se subió a su hombro de un salto. -¿Vamos para casa? - le preguntó Pippi.
Entonces, los cuatro se fueron para casa cantando la canción del verano:
 En días alegres del estío cálido,
 colinas y bosques me gusta cruzar;
 la jornada es dura, mas todos cantamos 
 durante la marcha, tralaralará.
 ¡Muchachos, oíd!
 ¡Venid a cantar!
 Suenan en el aire las notas alegres,
 la música airosa de nuestro cantar,
      que anima esta marcha que no se detiene.
      ¡Cantemos, muchachos! ¡Muchachos, cantad! -Pippi tenía su propia canción, que decía:
En días tranquilos del estío cálido, 
colinas y bosques me gusta cruzar,
hago lo que quiero durante la marcha
 con mis pies mojados, tralaralará, 
que chorrean agua y hacen «plaf, plaf, plaf!».
Cantemos, cantemos al torito tonto
que allá sobre el prado nos quiso matar.
¡Ay, cómo me gusta el pastel de pollo! 
Mis pies en el suelo hacen «iplaf, plaf, plaf!».


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